Viernes, 27 de Diciembre 2024

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De puertas para adentro

Por: Gabriela Aguilar

De puertas para adentro

De puertas para adentro

Nadie sabe lo que sucede en una casa excepto quienes habitan en ella. Hace unos días leí una nota que me hizo pensar hasta dónde puede llegar el odio de una persona por otra, más aún cuando se trata de tu familia.

La semana pasada se dio a conocer que un hombre y sus dos hijos mayores fueron vinculados a proceso por el abuso y explotación de una mujer en Puebla. Esa mujer era Ana Lilia, una esposa y madre a quien mantuvieron cautiva en su propia casa obligándola a trabajar y negándole recursos tan elementales como alimento y atención médica. 

Mientras leía no podía dar crédito. Esa mujer dedicada a su familia, que resolvía su economía rentando habitaciones de su propia casa, que heredó una propiedad y que creía en la familia que formó, murió en un hospital por las secuelas del abuso que sufrió durante más de 20 años.

Primero fue la violencia psicológica, luego el aislamiento social y después la explotación, obligándola a vender su casa y entregar los ingresos que obtenía. Ana Lilia fue la única fuente de recursos de esa familia por dos décadas y jamás se dio cuenta. Ahora las llamamos “red flags”, pero ella no vio esos signos de alarma a tiempo. La violencia no sólo llegó de su marido; al crecer, sus hijos mayores adquirieron el patrón de abuso. 

La mujer de 50 años logró escapar de su casa un día y los familiares la reportaron como desaparecida. Una conocida la ayudó llevándola a un hospital. Al ingresarla, los médicos la recibieron en precario estado de salud: pesaba tan sólo 38 kilos, había perdido sus dientes por la desnutrición, tenía tuberculosis, infecciones varias y un severo cuadro de ansiedad y depresión. ¿Cómo llegó a ese punto una mujer autosuficiente y con recursos?

La vida de Ana Lilia no es distinta a la de muchas mujeres que sufren violencia doméstica, ya sea física o psicológica, pero no se dan cuenta que, poco a poco normalizan la hostilidad del entorno, en donde da igual un grito que un golpe y donde no hay denuncias de por medio. 

En el último sexenio la violencia doméstica fue en aumento. El confinamiento durante la pandemia por COVID encerró a las víctimas y los agresores bajo un mismo techo y fue entonces cuando reconocimos otra pandemia. De la primera salimos, vacuna de por medio; para la segunda todavía no hay cura. 

Hasta principios de este año se reportaron casi 1.3 millones de casos de violencia doméstica este sexenio; tan sólo en 2023 se registraron más de 280 mil reportes, 100 mil más que en 2018, lo que indica el escandaloso aumento en el índice de violencias en este sexenio, nada menos que de un 33.3% y esos son los números de las denuncias, faltan todos como éste que nunca llegaron a las autoridades.

Colima, Coahuila, Ciudad de México, Nuevo León y Chihuahua son las entidades con mayor número de casos registrados, y así como en la violencia de género también hay algunas coincidencias entre las entidades con el mayor número de feminicidios: Estado de México, Ciudad de México, Nuevo León, Morelos y Veracruz encabezan la lista. 

Para Ana Lilia la salida llegó demasiado tarde. No hubo marchas ni protestas, nadie en 20 años hizo una denuncia por ella, no hubo un vecino o familiar que se extrañara por su ausencia, nadie se dio cuenta lo que sucedía bajo su propio techo. 

Christian Aldo “N” y sus hijos Luis Enrique “N” y Martha Julia “N” fueron vinculados a proceso y permanecerán en prisión preventiva mientras se esclarece el caso y llega la sentencia. Lamentablemente, en esta historia no hay final feliz, cuando mucho justicia o un castigo ejemplar, pero Ana Lilia y muchas mujeres como ella ya no estarán para verlo.

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