Llamamos “biblioteca” a toda institución dedicada al resguardo, conservación y exhibición de libros, manuscritos, documentos y demás materiales, tanto para el estudio como para la recreación. Encontramos en ella lo mismo periódicos, revistas y enciclopedias que mapas, grabaciones musicales o archivos históricos.¿Tiene vigencia una institución como esta en un mundo hiperconectado de bases de datos, plataformas de “streaming” y libros electrónicos (“e-books”)? En tiempos de posverdad, desinformación y cultura chatarra, la respuesta es sí: espacios de respeto a la verdad, fervor libresco, devoción por los documentos y la cultura humanística, las bibliotecas continúan siendo imprescindibles.Tal vez ya no sea el lugar óptimo para rentar o ver una película o documental, pero la biblioteca es el sitio donde se desarrolla lo que los bibliotecólogos llaman “alfabetización informacional”: las habilidades cognitivas necesarias para discriminar, utilizar y difundir la información de manera inteligente, ética, rigurosa y eficaz. En la llamada era digital, la biblioteca y el bibliotecario fungen como compás de navegación en un mar de datos muchas veces irrelevantes, falsos o estériles.Defender la actualidad de la biblioteca pasa también por revalorar los formatos bibliográficos físicos: libros, revistas y materiales de papel. Estos no deben desaparecer, sino coexistir con los textos digitales. Cada vez más científicos arguyen que la lectura de materiales físicos y la escritura a mano fortalecen las funciones cognitivas, la concentración y la memoria. Haríamos bien en desprendernos de la “tablet” para retomar el cuaderno y la pluma. Coloquemos la primacía no en el Kindle —invento admirable— sino en el libro de papel —creación insuperable—.Por otra parte, la biblioteca no ha dejado de ser el punto ideal para la lectura, la investigación y el ocio. En un mundo ajetreado, las salas de lectura y cubículos que ofrece la biblioteca —institución bimilenaria— son el espacio privilegiado de las condiciones para el estudio y la vida intelectual: recogimiento, concentración, silencio, calma.Los tres pilares de la Benemérita Universidad de Guadalajara (docencia, investigación y extensión de la cultura) reposan sobre las bibliotecas, asegura Sergio López Ruelas. Sin libros no habría docencia; sin revistas científicas no habría investigación; y las bibliotecas, por sistema, preservan y difunden la cultura. Sin biblioteca, en suma, no hay proyecto educativo ni universidad.La biblioteca más importante de Jalisco, qué duda cabe, es la Pública del Estado “Juan José Arreola”. Pero la más bella —que me perdonen don Trino Padilla, la maestra Lolita y Javier Sanz— es la Iberoamericana «Octavio Paz», dirigida por la maestra Carmen Villoro y fundada en 1991 por el licenciado Raúl Padilla —Médici tapatío—. Juntas conforman las dos bibliotecas públicas de la Universidad de Guadalajara y son patrimonio histórico y cultural de todos los mexicanos.Quisiera terminar este texto proponiendo que controlemos nuestra necesidad compulsiva de tecnología, pantallas y redes sociodigitales para adentrarnos de nuevo en las bibliotecas: espacios para la imaginación radical, el encuentro dialógico y la libertad de la mente. La recompensa es invaluable.