Viernes, 27 de Diciembre 2024

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* "¡Crucificadle...!"

Por: Jaime García Elías

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* "¡Crucificadle...!"

En los primeros años de Jorge Vergara —qepd— como dueño de los destinos del Guadalajara, esa era la fórmula: “¿Qué el equipo no camina en consonancia con las exigencias de sus simpatizantes y con el gusto de sus dirigentes…? ¡Se corre al entrenador, y asunto arreglado…!”.

Además de que la eficacia de la fórmula —variante del evangélico “¡Crucificadle!” o del perentorio “¡Fusílenlo, después viriguan!” que Pancho Villa dejó para los bronces— es discutible, ni siquiera es original. El Barcelona, el mes pasado, ni siquiera necesitó perder para que sus dirigentes pusieran a Quique Setién en el lugar de Ernesto Valverde con la celeridad con que un alfil desplaza a un peón del tablero.

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Que Luis Fernando Tena, en unos cuantos partidos del campeonato anterior, consiguiera mejores resultados que Tomás Boy y Saturnino Cardozo en los dos torneos precedentes, básicamente con el mismo plantel, no debe interpretarse como señal inequívoca de que Tena es un genio…, y Boy y Cardozo, unos mentecatos. Que ahora, con un plantel reforzado a base de espectaculares golpes de chequera, los resultados sean adversos, tampoco significa que al genio de ayer se le secara la sesera o se le agotara la sapiencia.

De hecho, así como era de suponerse que la incorporación de ocho jugadores de primerísimo nivel a la plantilla acrecentaría su potencial, era previsible que aumentarían las dificultades para el Guadalajara en la medida en que los adversarios lucharían con más intensidad. Si siempre se ha dicho que “viste” vencer a las “Chivas”, por su historial y por su arrastre, vencerlas, ahora que parecen tener uno de los mejores planteles posibles en el medio, armado a base de jugadores mexicanos exclusivamente, “viste” más todavía.

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El dueño del juguete, como de costumbre, tiene la última palabra. Amaury Vergara, sin embargo, ha dado señales de ser, a despecho de su juventud, más reflexivo, menos impulsivo que su padre en aquellos primeros años en que la consecuencia de sus frustraciones solía ser que no dejara títere con cabeza. Él mismo, más de una vez, reconoció públicamente que sus arrebatos habían sido consecuencia de su inmadurez, y pronunció el correspondiente “mea culpa”.

Es su juguete —su dinero le cuesta— y puede hacer con él lo que le plazca, pero es probable que Amaury Vergara esté en vías de aprender la lección que muchos maestros en esa materia han repetido: “El futbol es paciencia”.

 

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