Acorde con la revista española especializada Mejor con Salud, el hambre emocional se distingue del hambre física porque esta no surge de una necesidad fisiológica, sino como respuesta a estados emocionales como el estrés, la ansiedad o la frustración.Tratar de identificar si se tiene hambre emocional es el primero de los pasos para poder tomar cartas al respecto; una vez que se detecta, es imprescindible reconocer la emoción que impulsa a este comportamiento. Las soluciones prácticas se enfocan en redirigir la atención hacia actividades como la lectura, el ejercicio, o adoptar hábitos de alimentación consciente. Sin embargo, nada de esto suplanta la ayuda psicológica y profesional, la cual debería ser la primera medida. Mientras que el hambre física aparece de manera progresiva y se manifiesta con una sensación de vacío en el estómago, el hambre emocional surge de forma abrupta y suele estar vinculada a estados emocionales como ansiedad, estrés o aburrimiento. Generalmente, los antojos emocionales se inclinan por alimentos altamente procesados, ricos en azúcar y grasas, como snacks salados, pizza, dulces o panadería industrial. Estos brindan una satisfacción momentánea, pero a largo plazo pueden generar sentimientos de culpa y malestar, perpetuando el ciclo de alimentación impulsiva.Buscar el respaldo de profesionales en psicología y nutrición puede marcar la diferencia en la gestión del hambre emocional. La orientación de un experto permite identificar patrones de comportamiento asociados a la comida como forma de evasión y establecer objetivos realistas para manejar esta conducta de manera efectiva.Incorporar hábitos de alimentación consciente puede mejorar significativamente la relación con la comida, promoviendo una mayor conexión con las señales de hambre y saciedad. Para poner en marcha la alimentación consciente, es recomendable:*Mantente al día con las noticias, únete a nuestro canal de WhatsApp. AO