Viernes, 27 de Diciembre 2024

El Satánico, un rudo sin límite de tiempo

Todavía en activo, Daniel López “El Satánico” también brilla en la enseñanza de la lucha libre en su natal Guadalajara, donde comparte la responsabilidad de entrenar a las próximas figuras del cuadrilátero

Por: Ricardo Sotelo

“El Satánico” muestra los estragos de más de medio siglo de batirse en el cuadrilátero. CORTESÍA/Fernando Sotelo

“El Satánico” muestra los estragos de más de medio siglo de batirse en el cuadrilátero. CORTESÍA/Fernando Sotelo

“En este gimnasio entrenaron los más grandes luchadores que ha dado México. Por aquí pasaron El Santo, Blue Demon, Huracán Ramírez, Lou Thesz… de aquí surgió Mil Máscaras”. Esta frase podría estar escrita en la fachada de Medrano 67, en el corazón del barrio de San Juan de Dios. Con ella, nos describió el maestro Daniel López el valor histórico de la llamada Catedral de la lucha libre en Occidente. Aquí, la cultura por este deporte se respira en cada rincón, donde tiendas de máscaras e incluso bares temáticos nos dan la bienvenida al inmueble inaugurado en 1959.

A simple vista, la Arena Coliseo luce vieja e inhóspita, ajena a una metrópoli. Aunque basta con poner atención a los detalles para darse cuenta que en ese recinto se mantienen las viejas glorias en cada uno de los muros con pinturas y grabados. Testigos silenciosos que guardan las historias en el viejo edificio.

Vamos más allá. En el tercer piso se encuentra el gimnasio que durante décadas dirigió el maestro Cuauhtémoc “Diablo” Velasco, mejor conocido como el “Hacedor de campeones”, un puesto que heredó “El Satánico”, todavía en activo y próximo a cumplir un aniversario más de profesional este 17 de junio. “Desde que me inicié hasta hoy, son 51 años de luchador este próximo lunes. Y aquí empecé, en este mismo lugar”, comenta el veterano gladiador a escasos metros del cuadrilátero.

En sus vitrinas se encuentran máscaras, cabelleras y campeonatos mundiales. Si esto fuera poco, puede presumir de llevar el mote del “Rudo No.1 de México”, un apodo que la prensa especializada le dio a raíz de la bravura que rodeaban sus encuentros en las décadas de los 80 y 90. Su fama traspasó fronteras y llegó hasta Japón, el país donde al igual que en México veneran al pancracio con un enorme respeto característico del sol naciente.

No hablamos de un predestinado, pero a Daniel López sería imposible encasillarlo en otra profesión que no sea la lucha libre. Él sigue siendo una figura y vive como tal. Rudo, hasta en la personalidad. Basta con ver sus fotografías arriba de su escritorio con las llaves que le dieron sus grandes triunfos, sus campeonatos mundiales o la frente llena de cicatrices, para evocar algunos de los pasajes más conocidos de su carrera.

Hay otros más oscuros. El “Diablo” Velasco lo corrió del gimnasio cinco veces por distintas razones; desde indisciplinas hasta un debut anticipado y sin el permiso de la comisión local. Los regaños no se hicieron esperar de parte del enérgico “Diablo” al entonces adolescente de 17 años, que luchaba en ese momento por controlar sus emociones.

Pasados los tormentos de las reprensiones volvió y aceptó las consecuencias al tener a un maestro convertido en tutor. También en más de una ocasión pudo abandonar el sueño de figurar en las carteleras, pero siempre hubo algo que lo mantuvo con más fe que realidad en el pancracio: conocer al mítico enmascarado de plata, su ídolo de toda la vida.

“Cuando tenía 15 años iba al Cine Alameda y entraba a ver las funciones. En ese tiempo cobraban cinco pesos y te podías quedar a ver las tres películas: todas del Santo. Salía ‘ensantado’ y ya de regreso imaginaba: ¿cómo le haría yo si me enfrentara a él? ¿Cuál llave le aplicaría?... Por eso siempre les digo a los alumnos que los sueños se pueden hacer realidad. El mío se cumplió. Yo que admiraba tanto al Santo y soñaba con enfrentarlo, pude luchar con él cinco veces y en la tercera hasta lo conocí sin máscara”, relata un emocionado Daniel López.

Sin embargo, llegar a esos niveles requiere más que de un mero anhelo. “No basta con soñar solamente”, añade “El Satánico”. Hoy los jóvenes no tienen la misma preparación que antes ni los mueve la añoranza de un campeonato, sino de likes en las redes sociales. “Debes tener amor al deporte. Amor a la profesión. Ya los elementos sólo quieren aprender a volar y ya con dos o tres giros se dicen luchadores completos. Que me perdonen, pero no son luchadores. Ah, pero para la fotito sí son buenos”, lo dice con firmeza.

Este cambio en el deporte de los encordados se lo atribuye Daniel López a la confusión que promueven las tendencias en las nuevas generaciones, que es un error en la compresión de una disciplina tan exigente y en algunos casos, mortal. “Las miradas tienen que estar en el centro del ring con dos luchadores que usan llaves y contrallaves, y no correr y aventarse de las cuerdas”, apunta categórico un exponente de esa estirpe de luchadores al ras de lona.

“Nosotros teníamos hambre y compromiso”

En algún momento, Guadalajara surtía el 80% de luchadores que conformaron la Empresa Mexicana de Lucha Libre (hoy CMLL) gracias al prestigio del maestro Cuauhtémoc Velasco, que mantenía intacto el nivel del gimnasio de la Arena Coliseo. Todos querían entrenar con él. ¿Cómo sería la fama del recinto que el mismísimo enmascarado de plata llegó a prepararse ahí para mejorar su condición luchística?

La añoranza vuelve a entrar en el tema y a la pregunta de ¿por qué no se mantuvo esa calidad en la lucha libre actual?, el maestro da un punto de vista certero: “Nosotros teníamos hambre y compromiso. Esa hambre de echarle algo al estómago y de ser alguien en la vida. Ya no veo eso que había antes en los jóvenes actualmente”. Una respuesta que contesta automáticamente la siguiente pregunta de la poca exportación de elementos a la capital del país, a la que “El Satánico” se adelanta en el guion.

Pocos lo saben, pero la lista de figuras surgidas es inconmensurable. Tan sólo de su generación, Daniel López menciona a los Hermanos Dinamita (Cien Caras, Universo 2000 y Máscara Año 2000), El Faraón, Perro Aguayo, Gran Cochisse, Ringo Mendoza, El Monarca y otros más. Pero detrás de ellos ya habían abierto el camino en México, El Rayo de Jalisco, Rito Romero, Mil Máscaras, Alfonso Dantés, El Solitario. Sin olvidar que Atlantis es considerado una de las últimas joyas que pasaron por las colchonetas del gimnasio.

Los tiempos han cambiado no sólo en México, sino en el mundo, y la empresa ha sabido adaptarse, pero las bases se han mantenido firmes en la esencia de la lucha que son los estilos olímpica y grecorromana. Una misión que le fue encomendada a Daniel López para revalorizar este deporte, y que a pesar de haberlo llamado “maestro” durante la entrevista, él se rehúsa a considerarse como tal. Se dice un “luchador veterano que transmite conocimientos y que los jóvenes tengan respeto a la lucha libre y principalmente al público”.

Este conocimiento antes mencionado es accesible para cualquier persona, no importa si desea ser profesional o no. “El Satánico”, como responsable del tercer piso de la Arena Coliseo en Guadalajara, no hace distinciones en los alumnos que buscan aprender esta disciplina ancestral. “Que paguen sus 400 pesos de mensualidad y se vengan a entrenar mañana, que aquí hay de todo: niños, muchachas, jóvenes que quieren ser luchadores”. 

La clase está a punto de iniciar y el veterano gladiador se dispone a enseñar la técnica como cada tarde.

Daniel López heredó no solamente la responsabilidad de generar luchadores de Occidente, sino hacerlo al estilo del inolvidable “Diablo” Velasco, que tenía una regla que “El Satánico” mantiene vigente: “Que el elemento que sale de aquí sepa meter las manos y no cualquier tonto lo pare de cola hacia arriba”.

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