Domingo, 23 de Febrero 2025

Evangelio de hoy: Amor a los enemigos y el Papa Bergoglio

La invitación de este domingo es ver a todos los que nos rodean como “ungidos del Señor”, personas escogidas por Dios para una misión específica

Por: Dinámica pastoral UNIVA

«Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso». WIKIPEDIA/«Los improperios», de Gerard van Honthorst

«Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso». WIKIPEDIA/«Los improperios», de Gerard van Honthorst

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Sam 26, 2. 7-9.

«En aquellos días, Saúl se puso en camino con tres mil soldados israelitas, bajó al desierto de Zif en persecución de David y acampó en Jakilá.

David y Abisay fueron de noche al campamento enemigo y encontraron a Saúl durmiendo entre los carros; su lanza estaba clavada en tierra, junto a su cabecera, y en torno a él dormían Abner y su ejército. Abisay dijo entonces a David: “Dios te está poniendo al enemigo al alcance de tu mano. Deja que lo clave ahora en tierra con un solo golpe de su misma lanza. No hará falta repetirlo”. Pero David replicó: “No lo mates. ¿Quién puede atentar contra el ungido del Señor y quedar sin pecado?”

Entonces cogió David la lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl y se marchó con Abisay. Nadie los vio, nadie se enteró y nadie despertó; todos siguieron durmiendo, porque el Señor les había enviado un sueño profundo.

David cruzó de nuevo el valle y se detuvo en lo alto del monte, a gran distancia del campamento de Saúl. Desde ahí gritó: “Rey Saúl, aquí está tu lanza, manda a alguno de tus criados a recogerla. El Señor le dará a cada uno según su justicia y su lealtad, pues él te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor».

SEGUNDA LECTURA

Cor 15, 45-49.

«Hermanos: La Escritura dice que el primer hombre, Adán, fue un ser que tuvo vida; el último Adán es espíritu que da la vida. Sin embargo, no existe primero lo vivificado por el Espíritu, sino lo puramente humano; lo vivificado por el Espíritu viene después.

El primer hombre, hecho de tierra, es terreno; el segundo viene del cielo. Como fue el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como es el hombre celestial, así serán los celestiales. Y del mismo modo que fuimos semejantes al hombre terreno, seremos también semejantes al hombre celestial».

EVANGELIO

Lc 6, 27-38.

«En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.

Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; porque si aman sólo a los que los aman, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien sólo a los que les hacen el bien, ¿qué tiene de extraordinario? Lo mismo hacen los pecadores. Si prestan solamente cuando esperan cobrar, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores prestan a otros pecadores, con la intención de cobrárselo después.

Ustedes, en cambio, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar recompensa. Así tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno hasta con los malos y los ingratos. Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso.

No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que midan, serán medidos’».

Amor a los enemigos y el Papa Bergoglio

Hablar del Papa Francisco en estos momentos resulta complicado. Siempre he pensado en lo peculiar que puede resultar para la Iglesia un Papa surgido de los márgenes, fuera de Europa. Y me parece que el evangelio de hoy pega justo en el punto incómodo: el amor a los enemigos. Es decir, quiero pensar en Francisco como el Papa que quiso llevar lo más profundo del amor de Dios al mundo, pero que se ha llevado la misma respuesta de Jesús.

En el texto del evangelio, parecería que Jesús está dando una nueva norma. Se trata de un conjunto de imperativos imposibles de cumplir: amar a los enemigos, poner la otra mejilla, dar a todo el que alguien pide. Como si no hubiera límites. Como si no fuéramos débiles.

Jesús sabe con quienes está hablando. Se dirige a sus discípulos y a todos aquellos que lo escuchan: “a ustedes que me escuchan les digo, amen a sus enemigos”. Esto no es un mandamiento sino un horizonte. No es una norma de vida sino una utopía, algo inalcanzable. Y justamente porque no está en nuestras manos realizarlo, hay que partir en su búsqueda. Ponerse en marcha. Es precisamente lo que ha querido hacer el Papa con nuestra Iglesia.

En medio de urgencias ambientales, el Papa Francisco nos recuerda la necesidad de repensar nuestras prioridades sin olvidar jamás a los pobres. Cuidar el mundo no es un asunto de moda o de ideología. El Papa no nos deja cómodos dentro de la cultura de consumo compulsivo y sobreexplotación de los recursos naturales. El cuidado de nuestra casa común es, justamente, la manifestación del amor incondicional de Dios. Querer que haya vida para buenos y malos, amigos y enemigos.

Lo mismo pasa con la amistad social que propone en otra encíclica: se trata de crear los lazos, las acciones y actitudes que permiten ir tras el amor paradójico que propone Jesús en el Evangelio de Lucas, porque el amor a los enemigos no llega como la aurora. Se persigue.

Rubén I. Corona Cadena, SJ-ITESO

Ungidos del Señor

“¿No estás cansada, Melanie? No, no estoy cansada, Scarlett. Ashley podría ser uno de ellos y tener sólo a extraños para confortarle”.

Le dice Melanie Hamilton a su amiga, mientras sirven en un hospital durante la guerra civil de Estados Unidos, pensando en su esposo Ashley que se encuentra en batalla. Esta escena de Lo que el viento se llevó (1939), representa las palabras de Jesús en el evangelio de este domingo: “Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes”.

¡Qué fácil es tratar bien a los que nos demuestran su afecto! Es sencillo regresar una sonrisa o devolver un favor, sin embargo, nos es complicado mirar con buena cara a un desconocido o dar la mano a un necesitado. 

Melanie Hamilton vio a su esposo en el soldado enfermo que cuidaba, pero el sentido del amor cristiano va más allá de solo ver a nuestro ser querido en el necesitado. Más bien se trata de ver a Dios en cada persona, observar el Amor mismo reflejando en la dignidad del ser humano y tratar así al prójimo con humildad, respeto y compasión. El trato a los demás se convierte entonces en una representación del amor de Dios, impulsado por ese mismo amor por el que hemos sido creados. 

En la primera lectura, David dice: “yo no quise atentar contra el ungido del Señor”, mostrando el respeto que tenía por Saúl y su dignidad de persona, ya que independientemente de su enemistad, David vio a Dios en él y fue fiel a la voluntad del Señor.

La invitación de este domingo es ver a todos los que nos rodean como “ungidos del Señor”, personas escogidas por Dios para una misión específica, a la cual podemos sumar con pequeños actos diarios: una sonrisa, un saludo, callar para escuchar atentamente y manteniendo los ojos abiertos a las necesidades ajenas. De esta manera, al tratar a los demás con amor y compasión, caminamos hacia la santidad, y a la vez, construimos un mundo más justo, lleno de amor, donde el Evangelio se hace carne en nuestro actuar. 

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