Jueves, 26 de Diciembre 2024

El gigante de Zacoalco, el mamut de Santa Catarina a 60 años de su descubrimiento

La restauradora María Larios y el arqueólogo Daniel Ruiz Cancino detallan la importancia de la pieza ubicada en el Museo Regional de Guadalajara

Por: El Informador

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El "Gigante de Zacoalco" se ha convertido en una de las piezas centrales para los visitantes del museo. EL INFORMADOR/ A. CAMACHO

 El arqueólogo e investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Jalisco, Daniel Ruiz Cancino, no es extraño a la historia del célebre mamut de Santa Catarina, la portentosa osamenta que exhibe en la sala de paleontología del Museo Regional de Guadalajara y que, este próximo 11 de febrero, cumplirá 60 años de haber sido descubierto y posteriormente colocado en un espacio museístico donde, con el tiempo, se ha convertido en emblema de esta ciudad.

Para Ruiz Cancino, la historia del mamut es “muy significativa” porque el primer trabajo cuando se convirtió en investigador de la institución “fue la celebración del cincuentenario del descubrimiento, fue la primera solicitud que se me hizo, pero también se trata de un animal que alguna vez estuvo vivo y llega a nuestros días hasta que muchos tapatíos le dan un significado de una u otra manera, eso me parece importante porque la sociedad se ha apoderado del bien cultural. Diría yo que es emblemático para todo Jalisco, la gente le tiene aprecio”, comparte en entrevista con EL INFORMADOR.

El esqueleto fosilizado del mamut de Santa Catarina, tiene una edad aproximada de 10 mil años, por lo que corresponde a la era conocida como Pleistoceno. EL INFORMADOR/ A. Camacho

Visión sensible

Así, como “visita obligada” cuando se asiste al museo, muchas generaciones tienen “su propia historia respecto al mamut”, pero lo que es un hecho es que “el descubrimiento puede adjudicarse al binomio del escultor —José Luis Larios— y el arquitecto —Diego Delgado Vega— porque sin ellos no hubiera habido mamut de Santa Catarina, aunque la curiosidad esencial, creo, es de Luis Larios, que era originario de Zacoalco”.

De esta forma, el mamut “tal como lo conocemos” habría sido imposible sin Luis Larios, “quien tenía una visión muy sensible debida a su formación artística” y, prosigue el arqueólogo, “destaco que haya hecho un dibujo a escala de cómo se hallaba la osamenta del animal, algo que hacemos los arqueólogos y que nos sirve para tener el contexto tridimensional de cómo se encuentran los objetos que investigamos”.

Restaurar y consolidar

Ese es “uno de los primeros pasos acertados” del escultor, que “hizo la labor de recuperación de los restos, con muy buen criterio y, diría yo, instinto. Lo primero que destaco en la excavación, es eso. Otro momento importante fue al levantar los restos, porque algunos estaban muy delicados (lo escribió él mismo) y se agrietaban. Lo que hizo fue una mezcla de yeso e ixtle para encapsular las piezas para moverlas y que se dañaran lo menos posible. Ese fue el segundo momento de importancia, porque pudieron perderse los huesos y, la verdad, se rescató casi completo, en cerca de un 98 por ciento”, destaca el investigador.

Un tercer acierto clave en este proceso, afirma Ruiz Cancino, “fue cuando el INAH y las universidades involucradas le dan la responsabilidad de que se encargue de la restauración. No sabemos qué elementos utilizó pero lo consolida e incluso lo pone en pie, una labor titánica que logra en tiempo encomiable porque llevó a cabo todo eso solo”.

Primera museografía

Los aciertos no cesan aquí, explica el arqueólogo que “también estaba cien por ciento involucrado en lograr que el mamut se convirtiera en un bien patrimonial de los jaliscienses; cuando fue a ver a José Guadalupe Zuno, entonces director del museo, para ver la posibilidad de exhibirlo y recuperar algo de lo que invirtió en el trabajo (no tuvo apoyo económico de nadie), deciden colocarlo en un salón anexo (hoy día el auditorio) y él consigue objetos de la región que acompañaran al mamut: puntas de flecha de obsidiana, piezas de barro, etcétera”.

Pero “también realizó una escultura pequeña que ilustra una escena de caza, además de una gran pintura en la que representó un paisaje pleistocénico (donde incluyó el famoso Cerro del Tecolote) para apreciar el hábitat del animal cuando estaba vivo, lo que fue un gran acierto que habla de su sensibilidad y de cómo pensaba que se podía transmitir más a las personas. Esos elementos museográficos son detalles que dan cuenta de su inteligencia”.

Sus Colmillos miden 2.3 metros de longitud y pesan unos 100 kilogramos. En vida, este mamífero llegó a pesar entre 5 y 8 toneladas, y tenía una altura de entre 4 y 5 metros. EL INFORMADOR/ A. Camacho

Los cuidados del mamut

De acuerdo con Ruiz Cancino, “en la estructura administrativa del museo existe un área de investigación y, en ella, una sección de arqueología, donde estoy yo. Mi relación con la sala de paleontología tiene que ver con que, para mi ingreso, presenté una propuesta de investigación sobre la relación del humano con la fauna pleistocénica. Entre mis obligaciones, además, está la curaduría de la sala de arqueología, que ahora se llama ‘de los primeros habitantes de Jalisco’, donde está el mamut”.

En cuanto a los recursos para el mantenimiento de la sala, dice el arqueólogo, “no hay partida específica, el museo recibe un porcentaje de recursos para sus actividades programadas, y entre las labores cotidianas se halla la conservación preventiva, que consiste en que los compañeros restauradores y de museografía hacen una revisión de la sala cada tanto tiempo, sea para resolver cuestiones de museografía (como limpieza, por ejemplo), y los restauradores hacen un análisis del estado de conservación de las piezas. Si se detectara en una pieza una anomalía o algo que no se vio en la anterior revisión, se hace un diagnóstico y de requerirse una restauración lo hace la restauradora, y si es algo que rebasa las posibilidades del museo (por grande o grave) se hace una solicitud a la federación para que envíen personal especializado. Estas revisiones son trimestrales, o cada que se necesita. Hay una programación para recorrer durante el año todas las salas”.

Por lo que toca al flujo de recursos, comenta el investigador, “el INAH se ha visto muy presionado en los últimos años en lo que concierne a sus labores sustantivas (por los recortes presupuestales), algo que no es nuevo pero la presión ha ido en aumento. Es una realidad que vivimos y que la crisis mundial por la pandemia la ha agudizado. Con todo, las salas son custodiadas de forma permanente. Otra área del museo que atiende la prevención de posibles problemas es la de custodios, porque avisan de lo que vean y resulte anómalo, lo que desata una revisión inmediata. De hecho, todas las áreas intervienen en estos cuidados. Si se detecta la anomalía, de ser en una pieza, los museógrafos son quienes se encargan de las piezas y la restauradora debe hacer un dictamen para determinar la intervención que se necesita realizar (de esto depende el tipo de equipo técnico o herramientas que se utilicen). Se atiende todo, y depende de la problemática particular”.

Y si hablamos de la última ocasión en que se hizo diagnóstico del mamut, indica Ruiz Cancino, “hace cuatro o cinco años, vino una especialista en material petrificado a revisarlo y determinar su estado de conservación. El resultado es que se trata de una pieza muy estable, y la estructura interior metálica —que data de 1976— se halla bien conservada, no tiene óxido, lo cual está muy bien porque garantiza su estabilidad y resistencia”.

Aniversario particular

Sobre el aniversario de este próximo 11 de febrero, fecha en la que el mamut de Santa Catarina cumplirá 60 años de haber sido descubierto, el arqueólogo señala que la pieza “tienen una enorme importancia y deberíamos festejarlos cada que se pueda; es evidente que somos una sociedad que festejamos aniversarios pero, de entrada, en el caso del mamut deberíamos conmemorar la pertenencia patrimonial que los jaliscienses tienen con él, porque la gente va, lo ve, despierta dudas y da para imaginar e investigar, detalles que deberíamos motivar todo el tiempo”.

Finalmente, para el investigador, este 60 aniversario tiene frente así “circunstancias adversas para hacer un festejo que cuente con la difusión y los reflectores que merece. No sé. Lo digo porque tenemos la circunstancia de la pandemia, que afectó mucho las labores del museo, a lo que se suma que los presupuestos se han vuelto algo difícil para el INAH, lo que hace que las celebraciones se vuelvan más simbólicas que materiales. Pero hay que tenerlo presente. Quizá se haga algo en redes, pero lo esencial es que es un bien muy apreciado”.

Todo inició en Santa Catarina

El 11 de febrero de 1962, mientras se cavaba un pozo en el potrero El Tule, que se ubica en el poblado de Santa Catarina, en el municipio de Zacoalco de Torres, se encontraron los restos petrificados de un animal muy grande; tocó al escultor Luis Larios Ocampo descubrir lo que se trataba del esqueleto casi completo de un mamut y, de ese modo, fue traslada la osamenta a la ciudad de Guadalajara para su limpieza y consolidación. Posteriormente, en 1976, se trasladó a la Sala de Paleontología, donde se ha conservado y preservado hasta hoy, como parte del patrimonio paleontológico de la entidad.

De acuerdo con la hija del artista y descubridor, la restauradora María Larios, su padre “era un aficionado a la paleontología, no la estudió formalmente pero había nacido en Santa Catarina —un poblado que hoy se llama Andrés Figueroa— y le gustaba recorrer esa zona que conocía muy bien, realizaba expediciones con frecuencia y como parte de esos recorridos encontraba seguido ciertos objetos, como tepalcates o figuras de cerámica, pero estudiaba también la flora y fauna”, comentó en entrevista con EL INFORMADOR.
Según este relato, recuerda la restauradora, en una ocasión —acompañado por el arquitecto Diego Delgado Vega— Larios encontró en uno de sus recorridos “a un campesino que sembraba sandías, y que había dado con los restos. A simple vista, se apreciaba que estaba muy completa la osamenta, se da aviso al INAH y se otorgan los permisos para iniciar la excavación”.

Por aquellos años no se contaba con equipo especializado y, relata María Larios, “mi padre llevó una tienda de campaña y convocó a unos amigos de la comunidad para llevar a cabo la excavación, que duró 17 días. Después, con permiso y todo, pudo trasladar los restos del mamut a su domicilio en el centro de Guadalajara, para restaurar y consolidar las piezas, lo que tomó cerca de un año”.

La primera museografía

Cuando fue llevado a lo que hoy es el Museo Regional, el esqueleto se armó y ensambló gracias a una estructura metálica que diseñó el propio Luis Larios, la cual sostenía la osamenta “y así es como se exhibía; la modificación posterior barrenó los huesos y la estructura fue interior, con lo que se mostraba la figura más plena (los colmillos se colocaron a ras de suelo, eran muy pesados y la nueva estructura no los soportaba), tal como se aprecia hoy”.
Por otra parte, recuerda la hija del escultor, como parte de la primera museografía, “mi padre realizó un óleo sobre masonete que llamó ‘Hábitat del mamut en Zacoalco’, una pintura de 3.6 x 3 metros —que conservamos en casa— que servía para que la gente supiera qué fauna habitaba en la zona en el Pleistoceno y muestra al animal en escala comparativa con otras especies”.

Asimismo, agrega la restauradora, “hizo también una maqueta, una escultura tal cual, en la que representaba una escena de caza y la escala es respecto del hombre prehistórico; estas piezas formaban parte de la exhibición primera de la osamenta (una sala ubicada en lo que ahora es el auditorio del museo) y, cuando se montó la Sala de Paleontología, le fueron devueltas a mi papá, por eso las conservamos”.

Otro detalle de aquella primera exhibición es que, como un acuerdo entre el escultor y la administración del recinto, “de la entrada que se cobraba (tres pesos), un peso sería para el museo, otro para un programa de desayunos escolares en Santa Catarina y otro más como recuperación de lo que Luis Larios invirtió en el rescate de la osamenta”.

Orgullo e ingenio

Asegura María Larios que su padre relataba la historia del descubrimiento del mamut “con lujo de detalle”, y siempre se refería al hecho “con orgullo, porque sabía lo que representaba para la ciudad, lo que sigue representando. Él hizo todo con el propósito de dejarle algo a la ciudad, aunque no fuera profesional de la paleontología”.

En este sentido, el investigador del INAH Daniel Ruiz Cansino, apunta la restauradora, “decía que le llamaba la atención que Larios ideó —sin experiencia previa— una mezcla de yeso con ixtle (estropajo) para cubrir las piezas tras su extracción, para evitar su deterioro al entrar en contacto con el aire, puesto que lo natural es que se degraden al desenterrarlos”.

Una experiencia completa

Lo anterior, por supuesto, no extraña si se piensa en lo que contribuyó a la primera museografía para exhibir la osamenta, dice la hija el escultor, “porque esa aportación es importante, el museo no era como le conocemos ahora, y mi padre estaba convencido de que la gente que viniera a ver el mamut se llevara, por decirlo de algún modo, una experiencia completa, una vivencia”.

Este próximo 11 de febrero se cumplirán 60 años de este suceso tan importante para la historiografía local, hace una década se realizó una exposición conmemorativa por el cincuentenario del hecho y, este año, en medio del proceso de cambio de dirección por el que atraviesa el museo, “para lo que sea que decidan para festejar, estamos dispuestos a colaborar con los materiales que tiene la familia”, sentencia María Larios.

Lo básico

Museo Regional de Guadalajara

*Abierto al público de nuevo/ estrictas medidas sanitarias.
Dirección: Liceo 60 (entre Hidalgo e Independencia)/ Centro Histórico/ Guadalajara.
Horario de visitas: Martes a sábado/ de 11:00 a 16:00 horas.
Aforo máximo: 70 personas.
 

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