Viernes, 27 de Diciembre 2024
Entretenimiento | Se presentó en el Teatro Diana la noche del sábado

Fernando Delgadillo, una excusa para desvelarse

Fueron cuatro horas continuas las que el músico ofreció a los presentes

Por: EL INFORMADOR

Fernando Delgadillo estuvo en el Teatro Diana el sábado por la noche.  /

Fernando Delgadillo estuvo en el Teatro Diana el sábado por la noche. /

GUADALAJARA, JALISCO (17/FEB/2013).- Existe trova romántica, de desamor, de protesta y de acento chilango. De ese acento que Fernando Delgadillo ha utilizado como un estandarte universal para comunicarse líricamente con su público.

El trovador oriundo de la Ciudad de México apareció nuevamente en el Teatro Diana la noche del sábado, haciendo gala de la popularidad que tiene entre los bohemios y los gustosos por las estrofas transformadas en poesía, de los renglones cantados e inspirados de la calle, de anécdotas, de la gente, de cualquier lado.

El cenit artificial del recinto alumbró su silla. Esa silla en la que, el llamado creador de la canción informal, siempre ocupa para impartir su repertorio tan conocido e improvisado a la vez. En esta ocasión, fueron cuatro horas continuas las que Delgadillo regaló a quienes pagaron hasta 500 pesos por estar más cerca de él, en primera fila, y a los de las butacas finales, también.

El modus operandi de Fernando Delgadillo es bien conocido. Literalmente, la gente escucha sus canciones hasta el hastío, hasta que las piernas se han entumido entre los asientos y los bostezos a media noche ya son incontrolables. Aun así, el trovador demostró que él sigue llenando foros. En su retorno a Guadalajara, mil 937 personas se reunieron para verlo.

Falsa alarma. No era Fernando Delgadillo quien dibujaba una silueta en el escenario siendo las 21:00 horas. Era Óscar Aldana, el trovador de Tlaquepaque que, al igual que el año pasado, abrió el concierto sin gloria ni pena, pues a pesar de sus esfuerzos por complacer y serenar a los fanáticos de Delgadillo, su entusiasmo no fue suficiente para convencer a varios seguidores que ignoraron la actuación del cantador local.

Una vez que el invitado salió de la luz de los reflectores, para pronto, los seguidores dieron rienda suelta a sus ansias por ver a Fernando, quien demoró otros cinco minutos para resucitar al escenario a las 21:26 horas. El público masculino es el más arriesgado en los conciertos del capitalino. La hombría se desdibuja cuando los piropos con voz gruesa y grave salen a relucir su admiración entre chiflidos y uno que otro "A ver a qué horas... Fernando, te amo... Cásate conmigo. Eres lo máximo. Me cambiaste la vida".

Sentado. Siempre sentado con guitarra en mano. Fernando Delgadillo se convierte en una diva vestido siempre igual: pantalón de mezclilla y camisa blanca. No suelta el micrófono, solo hace pausas para respirar, reír y dar un trago de agua. Entre los asientos, las luces del escenario se encargan de dibujar siluetas de aquellos enamorados que aprovechan la oscuridad para besarse, acurrucarse entre los brazos y volverse a besar.

Cada estrofa escrita por Delgadillo está acompañada por una historia, de un chiste -inventado o verídico- eso no les importa a los asistentes que, a los cinco minutos de iniciada la velada, comenzaron a exigir los temas clásicos, los imperdonables.

Los que van en solitario o en el séquito de amigos, miran de reojo a los acompañados. Mientras Delgadillo narra la anécdota de "Ay, amor", otros se apresuran a presumir que están en dicho concierto. Uno, dos, tres clicks y el estado de sus redes sociales ha sido actualizado con la fotografía de ellos en la butaca.

En el Teatro Diana se preparaba una guerra campal entre los mismos asistentes que luchaban por hacer notar sus comentarios de ruego ante Delgadillo. Él, simplemente los ignora diciendo que en breve todas sus peticiones serán complacidas. Sin embargo, el trovador opta por marcar su propio abanico musical.

La gente ya lo sabe. Sabe que Fernando Delgadillo se hace del rogar, que contará sus chistes como la vez pasada, que tal anécdota le sucedió a él, a su amigo, a quien sea. El público lo escucha. Unos se ríen, otros no. Otros se levantan al baño, a estirar los brazos, a mirar el celular.

El maratón de canciones inicia: Tu hombro derecho, Pueda que pueda, Conclusiones en rag, Luna en lunes, El caminante, El atajo, Llueve, Insomnio. Hay quienes cantan, otros graban la canción en video y sonido para después buscarla.

Delgadillo invita a tres músicos a escena: Yuri Nilo, Juan Duarte y Manolo Rodríguez, con quienes deja de lado su concierto en versión acústica. Las carcajadas aumentan entre los asistentes, a la par que Delgadillo continúa con sus comentarios chuscos, en los que habla de los rencores, de las relaciones que nunca fueron, de la muerte, del paraíso, del amor platónico, de las flores.

El público se rinde con Delgadillo pero sin dejar de mirar el reloj. Los minutos avanzan con pasos gigantes, entre una y otra canción se han esfumado 20 minutos, y aún faltan las canciones que todos quieren escuchar.

Las 23:00 horas y esto apenas es la mitad. Delgadillo complace con Bienvenida y los fanáticos se alegran al pensar que, en esta ocasión, ya habrá menos palabras y más canciones. Inocentes palomitas. Fernando ha comenzado a limarse las uñas. La gente pregunta incrédula qué es lo que hace, qué pasó. Que ya se cansaron de estar sentados, que ya es tarde.

Sin mayor comentario, Delgadillo inicia su segunda etapa y los éxitos por fin se asoman. Ahí están Julieta, Amor de voceador, Verdes siempre, Entre pairos y derivas, Desfiles de antifaces, Cómo te extraño, Noche sin luciérnagas y olvidar.

Ya es casi la media noche. Algunas butacas lucen ya vacías, pues la gente ha comenzado a irse a mostrar cansancio o desesperación. Por fin salta Ten miedo de mí y un rosario de canciones más, algunas desconocidas, inéditas, nuevas para su próximo disco "Tiempo ventanas", o algo por el estilo.

El reloj y algunos que llaman por teléfono en pleno concierto coinciden en que son las 00:44 horas del domingo y el concierto, del trovador con acento chilango, aún no termina.

Frase:
"A lo mejor, sí nace uno para ser feliz, porque si no, todo lo demás no tendría sentido". Fernando Delgadillo.

EL INFORMADOR / NORMA GUTIÉRREZ

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